miércoles, 10 de junio de 2015

HIPOTESIS SOBRE LA DERROTA ELECTORAL DEL PP

El análisis del vuelco electoral producido en España el pasado 24 de Mayo de 2015 podría tener la siguiente lectura a la vista que ha supuesto una crisis para los grandes partidos tradicionales que también ha ocurrido, en mayor o menor medida, en otros países europeos. Por lo que más allá de las particularidades propias de cada comunidad o municipio y de sus diferentes líderes existen, al menos, tres grandes elementos comunes al conjunto de autonomías y municipios que es interesante resaltar. El análisis es especialmente relevante para evitar que al PP le pueda ocurrir lo mismo que al PSOE que no conseguido detener la hemorragia de votos;

El primero de esos elemento lo constituye la percepción de la convergencia programática entre los grandes partidos (PP y PSOE) del sistema. Muchos ciudadanos tienen la sensación de que la acción política de ambos partidos, en buena medida, es intercambiable y que, incluso, existe cierta colusión entre sus políticas. De esta forma el cambio del partido gobernante no es percibido como el cambio que permite y cumple con la necesaria rendición de cuentas política.

Debemos recordar que, en el transcurso de la crisis, el Gobierno del Presidente Zapatero realizó a partir de Mayo del 2010 un plan de ajuste que iba en la dirección contraria a todo el discurso que había construido. Mientras que el PP, desde sus distintos gobiernos, ha ido lanzando el mensaje de que las medidas liberalizadoras se han adoptado como un procedimiento temporal para mejorar la situación económica de forma coyuntural, para retornar cuanto antes, sin alteraciones sustanciales al statu quo previo a la crisis. Así mismo, no podemos olvidar que la mayor subida impositiva de la democracia la ha llevado acabo nuestro partido justo después de una campaña en la cual la reducción tributaria constituyó el elemento principal de diferenciación respecto del partido gobernante en ese momento.

Son muchos los votantes de nuestro partido que se sienten defraudados al comprobar como muchas de las reformas prometidas en diversas áreas (educación, administración pública, regulaciones, etc.) se han quedado prácticamente en nada o en muy poco. El hecho de que muchas de las principales reformas se hiciesen en la primera parte de la legislatura, y que, después fueran revertidas o paralizadas acrecienta esa sensación.

Al mismo tiempo también se ha tenido la sensación que el sistema de protección social público, diseñado durante los años de bonanza, no ha cumplido con sus promesas cuando ha sido la hora de la verdad. Pues el Estado, a través de sus líderes políticos, prometió una seguridad que en muchos casos no se ha dado.

Es cierto, y es un deber reconocerlo que durante esta última legislatura se han hecho cambios, pero se deberían haber hecho muchos más. Todavía está pendiente la transición de una administración que autoriza y gestiona a otra que supervisa y facilita. Ha quedado pendiente, sine die, la modernización del sector público, la disminución del tamaño del Estado, la modificación del sistema electoral, la reducción del neopaternalismo gubernamental, la financiación autonómica y a propia configuración del Estado, etc.

Es más, en muchas ocasiones, el Partido Popular, al igual que en su momento hizo el PSOE gobernante, no han dado a conocer los criterios por los cuales toman las grandes decisiones, convirtiendo en incomprensibles algunas de las políticas desplegadas. De manera que ha calado la sensación de que en España no es posible reformar sin antes cambiar (reformar) a los propios partidos políticos o sustituirlos por otros nuevos.

De hecho, son muchos los que piensan que, al fin y al cabo, el principal agente reformista no ha sido otro que la "prima de riesgo" y el cierre de los mercados financieros.

El segundo gran elemento es la escasa incorporación de los ciudadanos al sistema político motivada porque las estructuras organizativas de los grandes partidos políticos fruto en parte del sistema electoral les impiden participar. La concentración de poder en las cúpulas viene de atrás, pero en los últimos años, a medida, que se producía un relevo generacional se ha realizado un ejercicio de ese poder, que ha alcanzado su máxima expresión en la elaboración de las listas electorales por parte de cúpulas cada vez más reducidas. Así, una mayoría de la población no alcanza a comprender como acaban elaborándose las listas, lo que. Se traduce en un desconocimiento total de sus representantes. Resulta casi imposible la incorporación, a las mismas, de personas que puedan discrepar de la línea marcada por los líderes del momento.

De esta forma, la crisis ha supuesto la quiebra de toda una generación que no se siente representada, en buena parte debido a la rigidez de las estructuras de los partidos, tal como ya se ha señalado, que tiene su origen en un sistema electoral proporcional que a su vez es la institución que facilita la introducción de partidos nuevos con menor apoyo electoral inicial, sobre todo en las elecciones europeas que son de circunscripción única.

Todo eso ha llevado a una creciente sensación de que la clase politica tradicional persigue sus propios intereses y, no los generales de la ciudadanía. Y que como derivada la corrupción es un rasgo estructural del sistema, al generar una especie de "nomenclatura" partidista que obtiene beneficios explotando y pervirtiendo las instituciones del Estado. Sin duda, además , la dureza de la crisis ha hecho menos tolerable esas exigencias. 

Simultáneamente, la mayoría de los dirigentes de los grandes partidos se han mostrado distanciados de los ciudadanos, utilizando un lenguaje políticamente correcto, muy medido, y de difícil comprensión. Han tenido escasa presencia en actos informales o en tertulias de TV. Lo que les ha granjeado la imagen de cierta arrogancia y escasa popularidad.

Ni tan siquiera con la política de imagen y fotografías se ha conseguido explicar los objetivos políticos perseguidos.

Por último, en ocasiones, los grandes partidos también han mostrado divisiones internas no del todo explicadas, lo que ha agravado la sensación de la importancia y relevancia de los intereses personales de unos dirigentes alejados de los ciudadanos.

En definitiva, cuando los canales de comunicación entre representantes y representados se perciben obstruidos, la voz que se oye es la de los grupos organizados y la de los nuevos partidos que si han cuidado su imagen en mayor consonancia con sus objetivos.

El tercer gran elemento del cambio electoral lo constituye el colapso de las redes clientelares a través de las cuales se había venido articulando gran parte de la acción política, como consecuencia de la disminución de las rentas a repartir.

Muchas de las reformas emprendidas, encaminadas a la racionalización de los costes empresariales o administrativos, han disminuido la capacidad de influencia de los grupos de presión organizados, por lo que estos han dejado de apoyar a los partidos que de gobierno en busca de otros nuevos que puedan mantener sus demandas en los discursos políticos.

Debemos recordar que el clientelismo es el más débil de los vínculos entre el votante y el político o partido, al ser el que está más ligado a los beneficios inmediatos.

Ni el PP, ni tampoco el PSOE en su momento, se han percatado que esa forma de hacer política no puede tener la relevancia del pasado, en parte por la disminución de las rentas a repartir, tal como se ha dicho, pero también por las exigencias de mayor transparencia e información que conllevan las redes sociales y las nuevas formas de periodismo.

Estos tres elementos o hipótesis explicativas del resultado electoral del 24 pasado, también señalan las líneas que se deberían asumir como partido de cara a los siguientes comicios electorales, que no son otras que la mayor concreción de nuestro público objetivo que nos permita una mayor definición de nuestras líneas ideológicas diferenciadas de nuestros rivales. Una mayor apertura del Partido a la participación, lo que, quizás, ha llegado el momento de concretar en forma de propuesta de reforma electoral a plantear en el momento oportuno. Y por último, en un cambio en el diseño del acercamiento del partido a la sociedad reduciendo o suprimiendo las prácticas clientelares para dirigirse a sectores más amplios de la sociedad a pesar de que estén menos organizados.


En cualquier caso, la reflexión de lo que se debe hacer continua pendiente.

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