sábado, 16 de julio de 2016

John Law, el alquimista del dinero.


Tras la ornamentada fachada barroca de la veneciana iglesia de San Moisés, literal”mente bajo los pies de las decenas de miles de turistas que vistan la iglesia cada año, existe una notable –por más que casi inadvertida- inscripción:

HONORI ET MEMORIA JOANNIS LAW EDINBURGENSES

REGII GALLIARUM AERARII PERFECTI CLARISSIMA

Al honor y la memoria de John Law de Edimburgo, el más distinguido inventor del tesoro de los reyes de los franceses”. Un lugar de reposo más bien extraño para el hombre que inventó la burbuja bursátil.

John Law, escocés ambicioso, asesino convicto, jugador compulsivo y deficiente genio financiero, no solo fue responsable de la primera ascensión y caída propiamente dicha de los precios de unos activos financieros; también puede decirse que provocó la Revolución Francesa al malograr de manera absoluta la mejor oportunidad que tenía la monarquía del ancien régim para reforzar sus finanzas. Su historia constituye uno de los más asombrosos y a la vez menos comprendidos relatos de aventuras de toda la historia financiera. Y es también, en gran medida, una historia de nuestra época.

Nacido en Edimburgo en 1671, Law era hijo de un joyero de éxito y heredero del castillo de Lauriston, con vistas al fiordo de Forth. En 1692 se trasladó a Londres, pero pronto empezó a malgastar su patrimonio en toda una serie de aventuras comerciales y correrías de juego. Dos años después tuvo un duelo con su vecino, que se negaba a compartir el mismo edificio que el disoluto Law y su amante, y le mató. Law fue juzgado y condenado a muerte pero escapó de la cárcel y huyó a Amsterdam.

Law no podía haber elegido mejor ciudad para ocultarse. En la década de 1690 Amsterdam era la capital mundial de la innovación financiera. Pues para financiar su lucha por la independencia de España los holandeses habían mejorado el sistema italiano de deuda pública. Y habían reformado, así mismo, la moneda, creando el que posiblemente fuera el primer banco central del mundo, el Banco de Cambio de Amsterdam.

Los holandeses siempre habían seguido la máxima “No podemos hacer la guerra sin comercio, ni el comercio sin la guerra”.

Para el rebelde escocés, las finanzas holandeses representaron una especie de revelación. Law se sentía fascinado por las relaciones entre la Compañía de las Indias Orientales, El Banco de Cambio y la Bolsa. Atraído siempre por el juego, Law encontraba la Bolsa de Amsterdam más excitante que cualquier casino. Se maravillaba ante las estratagemas de los vendedores al descubierto, que difundían rumores negativos para tratar de forzar a la baja las cotizaciones de la Compañía, o de los especialistas que negociaban especulativamente en acciones de las que ni siquiera estaban en posesión. La innovación financiera estaba por todas partes. El propio Law puso en marcha un ingenioso plan para asegurar a los propietarios de billetes de la lotería nacional holandesa contra los malos resultados.

Pero para él no dejaba de ser chocante el sistema financiero holandés por sus carencias. Para empezar, parecía desatinado restringir el número de acciones de la Compañía de las Indias Orientales cuando el mercado se mostraba tan enamorado de ellas. Así mismo, Law se sentía desconcertado por el conservadurismo del Banco de Cambio de Amsterdam. Su “dinero bancario” había resultado un éxito, pero en gran medida éste adoptaba la forma de meras columnas de cifras en los libros del Banco. Aparte de los recibos emitidos por los comerciantes que depositaban moneda en el banco, el dinero no tenía existencia física. En la mente de Law empezaba a tomar forma la idea de una asombrosa modificación de esas instituciones, que combinaría las propiedades de una sociedad mercantil monopolista con las de un banco público que emitiera papel moneda a la manera del Banco de Inglaterra. Law ardía en deseos de probar un sistema completamente nuevo de finanzas en un país que no recelara de ellos. Pero ¿en cuál?.

Primero probó suerte en Génova, cambiando divisas y valores. Luego pasó algún tiempo en Venecia, negociando de día y jugando de noche. Asociándose con el conde de Islay, acumuló también una sustancial cartera en el mercado de valores de Londres. 

Lady Catherine Knowles, hija del conde de Banbury, pasaba por ser su esposa y era la madre de sus dos hijos, pese al hecho de que estaba casada con otro hombre. 

En 1705 presentó al Parlamento escocés una propuesta para la creación de un nuevo banco, cuyo texto sería publicado más tarde con el título de “Reflexiones sobre el dinero y el comercio”. Su idea central era que el nuevo banco debía emitir pagarés con intereses, que reemplazarían la función de las monedas. El proyecto fue rechazado por el Parlamento poco antes de que se aprobara el Acta de Unión con Inglaterra. Desengañado de su patria, Law se trasladaría a Turín, y en 1711 obtuvo una audiencia con Victor Amadeo II, duque de Saboya. En sus inéditos “Memoriales del Piamonte”, Law defendía de nuevo su idea del papel moneda. Para él sólo la confianza era la base del sistema de crédito público; con confianza, los billetes de banco servirían tan bien como las monedas. “He descubierto el secreto de la piedra filosofal –diría a un amigo- convertir el papel en oro”. El duque puso reparos a su idea, afirmando “No soy bastante rico como para arruinarme”.
El Rey Sol y su corte: un nuevo estado, una nueva máquina de gastar dinero.

¿Por qué fue precisamente en Francia donde se le dio a Law la oportunidad de probar su alquimia financiera?....continuar leyendo.

No hay comentarios: