domingo, 7 de agosto de 2016

Las virtudes liberales

Los socialdemócratas están dispuestos a transigir con el capitalismo como mal menor, a causa de su eficiencia productiva.

Sin embargo, los liberales defienden la economía de mercado no sólo por su superior eficiencia en la asignación de recursos, sino también por razanes morales. Pues están convencidos que el capitalismo necesita de una base moral plagada de buenas virtudes.

La laboriosidad, el cumplimiento de las promesas, la tolerancia, el pacifismo, son algunas de las virtudes de las que requiere un sistema capitalista para funcionar correctamente.

La mentalidad socialista o antiliberal asocia la economía de mercado con la codicia y la voracidad consumista. Sin embargo, el tipo humano de empresario que que hizo posible el despliegue del capitalismo se caracterizaba más bien por su austeridad, por su disciplina y por su capacidad de aplazar cualquier tipo de gratificación. Weber, en este sentido, habló de "ascetismo mundado" cuya vida privada se caracterizaba por la discreción y la frugalidad.

La precisión y el autocontrol constituyen el núcleo de la ética burguesa con sus virtudes conexas: la valoración del mérito y el esfuerzo, la valoración de la instrucción (educación), e culto al trabajo, el orden, la pulcritud, etc.

De esta forma capitalismo es sobre todo tolerancia, que en sus inicios se manifestó sobre todo en abogar por la libertad de cultos y en la acogida generosa (Países Bajos, EEUU, etc.) de todos aquellos perseguidos por motivos religiosos. Por contra, nuestro país se autoperjudicó con su mentalidad nacionalista que llevó incluso a la expulsión de judios y otras religiones al tiempo que Holanda se beneficiaba.

La lógica del mercado empuja a abrirse a los intercambios, a cuantas más personas mejor. El comercio es la cura de los prejuicios más destructivos.

Efectivamente el comercio es lo contrario de la guerra. Y el ideal burgués es placidez, sosiego, orden vida doméstica y prosperidad. Cultivan la música y leen mucho. No caen nunca en actitud pasiva, practicando el ocium cum dignitate.

El éxito de esta forma de obrar netamente capitalista permitió romper con el juego económico de suma cero (una tarta de tamaño fijo), estó es con la tiranía de la escasez que mantuvo a la humanidad envuelta en permanentes conflictos y guerras. Para el capitalista es mejor comerciar con el vecino que guerrear contra él. La guerra y el libre mercado son incompatibles. La paz es el efecto natural de comercio, y el comercio alimenta la paz.


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