John Law
Tras la ornamentada fachada
barroca de la veneciana iglesia de San Moisés, literal”mente bajo los pies de
las decenas de miles de turistas que vistan la iglesia cada año, existe una
notable –por más que casi inadvertida- inscripción:
HONORI ET MEMORIA
JOANNIS LAW EDINBURGENSES
REGII GALLIARUM
AERARII PERFECTI CLARISSIMA
“Al honor y la memoria de John Law
de Edimburgo, el más distinguido inventor del tesoro de los reyes de los
franceses”. Un lugar de reposo más bien extraño para el hombre que inventó
la burbuja bursátil.
John Law, escocés ambicioso,
asesino convicto, jugador compulsivo y deficiente genio financiero, no solo fue
responsable de la primera ascensión y caída propiamente dicha de los precios de
unos activos financieros; también puede decirse que provocó la Revolución
Francesa al malograr de manera absoluta la mejor oportunidad que tenía la
monarquía del ancien régim para
reforzar sus finanzas. Su historia constituye uno de los más asombrosos y a la
vez menos comprendidos relatos de aventuras de toda la historia financiera. Y
es también, en gran medida, una historia de nuestra época.
Nacido en Edimburgo en 1671, Law
era hijo de un joyero de éxito y heredero del castillo de Lauriston, con vistas
al fiordo de Forth. En 1692 se trasladó a Londres, pero pronto empezó a
malgastar su patrimonio en toda una serie de aventuras comerciales y correrías
de juego. Dos años después tuvo un duelo con su vecino, que se negaba a
compartir el mismo edificio que el disoluto Law y su amante, y le mató. Law fue
juzgado y condenado a muerte pero escapó de la cárcel y huyó a Amsterdam.
Law no podía
haber elegido mejor ciudad para ocultarse. En la década de 1690 Amsterdam era
la capital mundial de la innovación financiera. Pues para financiar su lucha
por la independencia de España los holandeses habían mejorado el sistema
italiano de deuda pública. Y habían reformado, así mismo, la moneda, creando el
que posiblemente fuera el primer banco central del mundo, el Banco de Cambio de Amsterdam.
Los holandeses
siempre habían seguido la máxima “No
podemos hacer la guerra sin comercio, ni el comercio sin la guerra”
Para el rebelde escocés, las
finanzas holandeses representaron una especie de revelación. Law se sentía
fascinado por las relaciones entre la Compañía de las Indias Orientales, El
Banco de Cambio y la Bolsa. Atraído siempre por el juego, Law encontraba la
Bolsa de Amsterdam más excitante que cualquier casino. Se maravillaba ante las
estratagemas de los vendedores al descubierto, que difundían rumores negativos
para tratar de forzar a la baja las cotizaciones de la Compañía, o de los
especialistas que negociaban especulativamente en acciones de las que ni
siquiera estaban en posesión. La innovación financiera estaba por todas partes.
El propio Law puso en marcha un ingenioso plan para asegurar a los propietarios
de billetes de la lotería nacional holandesa contra los malos resultados.
Pero para él no dejaba de ser
chocante el sistema financiero holandés por sus carencias. Para empezar,
parecía desatinado restringir el número de acciones de la Compañía de las
Indias Orientales cuando el mercado se mostraba tan enamorado de ellas. Así
mismo, Law se sentía desconcertado por el conservadurismo del Banco de Cambio
de Amsterdam. Su “dinero bancario” había resultado un éxito, pero en gran
medida éste adoptaba la forma de meras columnas de cifras en los libros del
Banco. Aparte de los recibos emitidos por los comerciantes que depositaban
moneda en el banco, el dinero no tenía existencia física. En la mente de Law
empezaba a tomar forma la idea de una asombrosa modificación de esas
instituciones, que combinaría las propiedades de una sociedad mercantil
monopolista con las de un banco público que emitiera papel moneda a la manera
del Banco de Inglaterra. Law ardía en deseos de probar un sistema completamente
nuevo de finanzas en un país que no recelara de ellos. Pero ¿en cuál?
Primero probó suerte en Génova,
cambiando divisas y valores. Luego pasó algún tiempo en Venecia, negociando de
día y jugando de noche. Asociándose con el conde de Islay, acumuló también una
sustancial cartera en el mercado de valores de Londres.
Lady Catherine Knowles, hija del
conde de Banbury, pasaba por ser su esposa y era la madre de sus dos hijos,
pese al hecho de que estaba casada con otro hombre.
En 1705 presentó al Parlamento
escocés una propuesta para la creación de un nuevo banco, cuyo texto sería
publicado más tarde con el título de “Reflexiones
sobre el dinero y el comercio”. Su idea central era que el nuevo banco
debía emitir pagarés con intereses, que reemplazarían la función de las
monedas. El proyecto fue rechazado por el Parlamento poco antes de que se
aprobara el Acta de Unión con Inglaterra. Desengañado de su patria, Law se
trasladaría a Turín, y en 1711 obtuvo una audiencia con Victor Amadeo II, duque
de Saboya. En sus inéditos “Memoriales
del Piamonte”, Law defendía de nuevo
su idea del papel moneda. Para él sólo la confianza era la base del sistema
de crédito público; con confianza, los billetes de banco servirían tan bien
como las monedas. “He descubierto el secreto de la piedra filosofal –diría a un
amigo- convertir el papel en oro”. El duque puso reparos a su idea,
afirmando “No soy bastante rico como para
arruinarme”.
¿Por qué fue precisamente en
Francia donde se le dio a Law la oportunidad de probar su alquimia financiera?.
Al fin y al cabo los franceses le conocían bien: en 1708 el marqués de Toncy,
ministro de exteriores de Luís XIV, le había identificado como un jugador
profesional y posible espía. La respuesta es que los problemas fiscales de
Francia eran especialmente desesperados. Cargado con una enorme deuda pública
como resultado de las guerras de Luís XIV, el gobierno estaba al borde de lo
que sería su tercera bancarrota en menos de un siglo. Se juzgó necesaria una
revisión de las deudas vigentes de la Corona, lo que llevó a la cancelación y
reducción de muchas de ellas en lo que de hecho fue un impago parcial. Aun así,
habían de emitirse 250 millones de unos nuevos pagarés con intereses denominados
billets d’etat para financiar el
déficit. Y las cosas todavía se pusieron peor con el intento de reducir la
cantidad de oro y plata acuñados, lo que hizo que la economía entrara en una
profunda recesión. Law afirmaba tener la
solución a todos aquellos problemas.
En octubre de 1715, la primera propuesta de Law para
la creación de un banco público emisor de billetes fue sometida al consejo
real, que la rechazó debido a la oposición del duque de Noailles a la atractiva
sugerencia de Law de que el banco debería actuar también como cajero de la
Corona, recaudando todos los pagos tributarios. Más éxito tuvo su segunda
propuesta, esta vez para un banco meramente privado, y en mayo de 1716 (cuando
contaba 45 años de edad) se creaba la Banque Générale bajo la dirección del
propio Law. Se autorizó a la entidad a emitir billetes pagaderos en especie (oro o plata) durante un
período de veinte años.
Al principio parecía una empresa
bastante modesta, pero Law siempre tenía grandes ideas en mente, y estaba
decidido a vendérselas al duque de Orleans, regente durante la minoría de edad
de Luís XV.
En 1717 dio otro paso más al decretarse que los billetes del Banque
Générale serían de uso obligatorio en el pago de todos los impuestos. Medida
que a pesar de ser recibida con resistencia en algunos lugares, fue eficazmente
impuesta por el gobierno.
Law seguía acariciando la idea de
crear un banco público, basado en el modelo holandés, pero con la diferencia de
que emitiera papel moneda. Pensaba
que la deuda del gobierno se consolidaría, al tiempo que serviría para reavivar
el comercio, y con él la potencia económica de toda Francia.
Escribió: “sostengo que un príncipe absoluto que sabe cómo gobernar puede extender
más su crédito y encontrar los fondos necesarios a un tipo de interés más bajo
que un príncipe cuya autoridad se vea limitada”… “cuán grande es el beneficio de un poder despótico”. Una teoría
absolutista de las finanzas. En el plan de Law, el monarca delegaría en la
práctica su crédito a una sociedad mercantil, en la que todos los materiales de
comercio del reino recaen sucesivamente y se acumulan en uno solo. Toda la
nación se convertiría en un cuerpo de comerciantes. Montaje que recibió el
nombre de “Sistema de Law”.
Un paso que juzgó necesario era
desarrollar las posesiones de Francia en ultramar. Por lo que se propuso
hacerse con el control del comercio francés con el territorio de Luisiana, un
territorio tan basto como absolutamente subdesarrollado que se extendía desde
el delta del Mississippi hacia el Medio Oeste estadounidense, y que equivalía a
una cuarta parte de lo que hoy es Estados Unidos.
Así, ese mismo 1717 se concedía a la nueva Compañía de Occidente el monopolio del
comercio con Luisiana, además del control de los asuntos internos de la colonia
por un período de 25 años.
Es cierto que hubo cierta
resistencia inicial al Sistema de Law. El duque de Saint-Simon observó
atinadamente: “Un establecimiento de esta
clase puede ser bueno en sí mismo; pero solo es así en una república o en una
monarquía como Inglaterra, cuyos financieros están controlados por aquellos que
les abastecen, y que solo les abastecen en la medida que les place. Pero en un
Estado que es débil, mudable y absoluto, como Francia, la estabilidad
necesariamente ha de brillar por su ausencia”.
A comienzos de 1718 el Parlamento de París lanzó un
feroz ataque contra el nuevo ministro de Hacienda, René d’Argenson y contra el
Banco de Law, a raíz de la depreciación del 40% del contenido metálico de la
moneda ordenado por el primero, provocando lo que se denominó un caos grande y oscuro de que es difícil saber
cualquier cosa. Y al mismo tiempo una empresa rival, fundada por los
hermanos Pâris estaba teniendo más éxito atrayendo a nuevos inversores que la
Compañía de Occidente de Law. Así que a finales de ese mismo año 1718 Law consiguió que el gobierno
garantizase a la Compañía toda una serie de privilegios para aumentar el
atractivo de sus acciones. De hecho, en agosto se le otorgó el derecho a
recaudar todos los ingresos del tabaco, y en diciembre adquirió los privilegios
de la Compañía Senegal.
También en 1718 el Banque Générale se convirtió en el Banque Royale, cuyos
billetes se podían cambiar por monedas de oro y plata. Se había iniciado la transición de Francia de la moneda metálica al
papel moneda.
En mayo de 1719 la Compañía de Occidente se hizo con el control de la Compañía
de las Indias Orientales y de la China para formar la Compañía de las Indias,
más conocida como la Compañía del
Mississippi. En julio Law consiguió los beneficios de la ceca real por un
período de nueve años. En agosto añadió la concesión de la recaudación de los
tributos indirectos. En septiembre la Compañía realizó un importante préstamo a
la Corona para que ésta liquidara parte de su deuda real. Y en octubre se hizo
con el control de toda la recaudación de los impuestos directos. Law estaba
orgulloso de su sistema, que consideraba que eran una cadena de ideas que se
respaldan mutuamente.
Law también trató de convertir la
agobiante y mal gestionada deuda pública en acciones de una enorme sociedad
mercantil monopolista y recaudadora de
todos los tributos.
La economía gala había entrado en
recesión en 1716, y es evidente que la expansión de la masa monetaria con el
Sistema billetes de Law vino a proporcionar un fuerte estímulo, que modificó la
tendencia económica. En 1719 parecía que
las dificultades financieras de la monarquía habían desaparecido.
Pero el problema es que Law no tenía una idea clara de donde
detenerse. Como accionista mayoritario de una inmensa empresa tenía
demasiado interés en la expansión monetaria que podía generar su propio banco,
a fin de alimentar la burbuja de activos de la que sería beneficiario. De
hecho, la adquisición de las otras compañías se había realizado simplemente
emitiendo nuevas acciones, así que no le hizo falta realizar una gestión que
generara beneficios.
El 17 de junio de 1719 realizó la primera ampliación de
capital de la nueva Compañía del Mississippi. Para asegurar el éxito Law en
persona la avaló aunque ya en esa época comenzó a decir que esto le costó
muchas noches de insomnio. Pero luego en julio volvió a ampliar capital para la
adquisición de la ceca real. Todo a cuenta de los futuros beneficios de la
Luisiana.
Para lo que creó una gran ciudad
en la desembocadura del Mississippi: Nueva Orleans, así bautizada para alagar
al siempre receloso regente. Sin embargo, los pobres pocos colonos que fueron a
esos territorios se encontraron con una sofocante ciénaga infestada de
insectos. El 80% de ellos no sobrevivió al primer año a causa de enfermedades
tropicales y fiebre amarrilla. Y sin embargo, Law comenzó a pagar dividendos
del 40%. El papel monada hizo el milagro.
Desde el verano de 1719 todos los que quisieron acudir a
las ampliaciones de capital contaron con la generosa ayuda del Banque Royale,
que permitió a los accionistas pedir dinero prestado utilizando las propias
acciones como garantía. Así que de manera predecible las cotizaciones se
dispararon. Law inmediatamente pensó
en una nueva emisión realizando una a finales de septiembre y otra más a
principios de octubre. Incluso tuvo preparado otro paquete más que no llegó a
ofrecerse al público. Se pasó con mucha rapidez de la fase de euforia a la de
manía o “exuberancia irracional”.
En esas ampliaciones se inició el
comienzo del recelo. Voltaire dijo “¿Es
que os habéis vuelto todos locos en París?”. Y por su parte Cantillon
escribió “Es un caos que no alcanzo a
entender”, y vendió todas acciones que previamente había adquirido
abandonando París. Incluso Daniel Defoe exclamó: “acumuláis aire refinado”. Pero a pesar de estas advertencias muchos
parisinos todavía se dejaban seducir por Law. Quien bien provisto del dinero
que el mismo imprimía se ofrecía a pagar los atrasos de las pensiones e incluso
a pagar pensiones por adelantado. Se vendían propiedades y joyas para comprar Mississippi.
Fue en esos embriagadores
momentos cuando se acuñó por vez primera la palabra millonario para referirse
a una persona con mucho dinero.
El 10 de diciembre de 1719 se vio
a John en misa, pues se había convertido al catolicismo para poder optar a
cargos públicos. Y de hecho, al mes era nombrado Interventor General de Finanzas. Su triunfo fue completo.
Ahora las siguientes funciones
estaban a su cargo:
1. La
recaudación de todos los impuestos indirectos y directos
2. La
deuda nacional francesa
3. Las
26 cecas de Francia
4. La
colonia de Luisiana
5. La
Cía del Mississippi que tenían muchos monopolios (tabaco, el comercio de pieles
con Canadá, el comercio francés con África, Asia, etc.)
Su patrimonio parecía no tener
fin. Si Luís XIV había dicho “el Estado
soy yo”. Law diría “la economía soy
yo”. John estaba convencido que iba a colocar a Francia en lo más alto que
jamás había estado antes, y así ponerla en situación de dictar ley a toda
Europa
Pero el truco que sostenía la confianza en Law no podía mantenerse
indefinidamente. Aun antes de su nombramiento como interventor general, los
primeros signos de la cuarta fase del ciclo de la burbuja de cinco etapas –la
aflicción- ya había empezado a manifestarse. Cuando la cotización de la
Mississippi empezó a bajar en diciembre
de 1719, Law recurrió al primero de lo que sería un gran número de
expedientes artificiales para para apuntalarlas, abriendo una oficina en la Banque
Royal que garantizaba la compra (y venta) de las acciones a un precio mínimo.
En febrero de 1720 anunció que la Cía. Se hacía con el control de la
Banque Royal. Law creó asimismo opciones (primes),
que autorizaban al propietario a comprar una acción durante los seis meses
siguientes a precio por debajo de su valor nominal. Estas medidas bastaron para
mantener la cotización.
La inflación, no obstante, se
estaba acelerando de manera alarmante fuera del mercado de valores. En su
máximo de septiembre de 1720 los
precios en París eran aproximadamente el doble que dos años antes. Lo que era
reflejo del extraordinario incremento de la circulación de billetes que había
provocado Law. En el lapso de poco más de un año había más que duplicado el
volumen de papel moneda. No era sorprendente que algunas personas empezaran a
prever una depreciación de los billetes de banco, y empezaran a revertir al
pago en oro y plata. Con su tendencia absolutista, la respuesta inicial de Law
fue recurrir a la imposición. Los billetes de banco se convirtieron en moneda
de curso legal. Se prohibió la exportación de oro y plata, al igual que la
producción y venta de objetos de ambos metales. Incluso se estableció una
cantidad máxima para la posesión de monedas de ambos metales, permitiendo el
registro de las casas para poder comprobarlo. Voltaire lo calificó como “el edicto más injusto jamás promulgado”.
A pesar de ello parecía
inevitable que antes de que transcurriera mucho tiempo todas las acciones se
venderían en masa a la compañía, desatando una nueva inundación de billetes de
banco y un aumento de la inflación.
El violento clamor público por
algunas de las medidas que hacía y deshacía Law forzaron la revocación de
algunas de ellas al poco de se anunciaran, provocando un daño irreparable a la
confianza en el Sistema. Empezaron a concentrarse multitudes aireadas delante
del Banco, que tenía dificultades para hacer frente a la demanda de billetes.
Se arrojaron piedras, se rompieron ventanas y la desesperación se fue
extendiendo. Law fue rotundamente denunciado en una sesión extraordinaria del
Parlamento. Y el 29 de Mayo de 1720
fue destituido de manera fulminante. Asimismo, quedó bajo arresto domiciliario.
Muchos pretendían llevarlo a la Bastilla. Una comisión de investigación lo
declaró culpable de varios delitos. La Banque Royale cerró sus puertas.
Pero nadie conocía su Sistema
como él mismo, de manera que consiguió que le otorgasen un nuevo cargo, ahora
más discreto, el de Intendente General de Comercio, con el que consiguió una
cierta recuperación del mercado de valores durante los primeros días del mes de junio de mismo año 1720. Pero
era imposible evitar el pánico a gran escala. A finales de ese año Law, atacado
por la prensa y el pueblo abandonó definitivamente París, aunque no se le
permitió ni a su esposa ni a su hija abandonar el país, mientras él estuviese
sometido a investigación.
La burbuja de las Mississippi
reventó como pinchada por una espada. El estallido resonaba en toda Europa.
Lo cierto es que para los
inversores holandeses la compañía de Law no había estado comerciando con nada
que fuera más sustancial que el humo, en marcado contraste con la Compañía de
las Indias Orientales, que había entregado literalmente productos en forma de
especias y tejidos. Como decían los versos de una tira cómica holandesa:
Esta es la maravillosa tierra del
Mississippi,
famosa por sus transacciones
bursátiles,
que mediante el engaño y la conducta
taimada,
ha malgastado incontables tesoros.
Pero los hombres consideran que las
acciones,
son aire y humo, y nada más.
Law dejó Francia sin llevarse
prácticamente nada. Las pérdidas para ese país, no obstante, no fueron
únicamente financieras. La burbuja retrasó fatalmente el desarrollo financiero
francés. Convirtiendo a sus habitantes en recelosos del papel moneda y del
mercado de valores durante muchas generaciones. Por supuesto, la crisis fiscal
de la monarquía quedó sin resolver. La Corona vivió en condiciones muy
precarias tanto el reinado de Luís XV como el de su sucesor Luís XVI saltando
de reforma fallida en reforma fallida hasta que la bancarrota real precipitó la
Revolución.
Gran Bretaña vivió su propia
burbuja con la Compañía de los Mares del Sur, aunque fue significativamente
mucho menor. Nunca llegó a hacerse con el control del Banco de Inglaterra, ni
llegaron a establecer posiciones monopolistas, aunque lo cierto es si
presentaba algunas semejanzas con lo acometido por Law. Por eso el reventón de
esta burbuja resultó mucho menos dañino al otro lado del Canal de la Mancha.
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